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En ese lugar del templo había una puerta llamada La Hermosa. Todos los días un paralítico de nacimiento era llevado hasta allí para que les pidiera limosna a los que entraban al área del templo. Cuando el paralítico vio a Pedro y a Juan a punto de entrar, les pidió limosna. Pedro y Juan lo miraron a los ojos, y Pedro le dijo:

—Míranos.

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